Como preámbulo, antes de llegar a la laguna, observamos un adulto de aguilucho pálido en vuelo. Buen comienzo.
Empezamos por prospectar las lagunas de La Veguilla y la del Camino de Villafranca, junto a Alcázar. Lo que más nos llamaba la atención es la cantidad de aguilucho lagunero que por allí deambula; pero aparte, como bien sabe el asiduo Gabi, estas lagunas ofrecen una variedad y cantidad de especies que hacen las delicias de los birdwatchers más exigentes. Al principio, pues mucho paterío: azulones, porrones comunes, tarros blancos, patos colorados, malvasías cabeciblancas, y ya en menos cantidad algún que otro pato cuchara y ánade friso. Luego ya las abundantísimas fochas comunes, algunas de las cuales nadaban junto a sus pollos. Aquí las pollas de agua o gallinetas son minoría. Oímos nada más llegar, entre la algarabía acústica, buscarla unicolor, carriceros común y tordal, ruiseñores común y bastardo. Gran abundancia de gaviota reidora y nidos; también alguna sombría y patiamarilla. De lo más llamativo eran los vuelos de los estérnidos: fumareles cariblancos y alguna que otra pagaza piconegra. De repente Belén muestra su entusiasmo al observar una garza imperial. También buenos grupos de cigüeña blanca comiendo en los baldíos anexos a la laguna; tienen sus nidos en unas plataformas ubicadas sobre unos postes muy altos. Por debajo de tales postes hay cajas nido que aprovechan las grajillas para criar; Belén hace algunas fotos. Bastante abundancia de golondrina común, algo menos de avión común y bastante vencejo común. Una abubilla atravesando en vuelo la laguna es detectada por Belén que nos avisa a Luis y a mí. Tenemos ocasión de comparar los plumajes nupciales de zampullines comunes y cuellinegros in situ. También algún que otro somormujo lavanco por la zona. Un flamenco solitario se deja ver en medio del agua. Alguna que otra urraca merodea por los tarajes perimetrales. De vez en cuando nos sobrevuela alguna torcaz, paloma doméstica y alguna tórtola turca. A nuestras espaldas, en el secarral, se deja oir la cogujada común y algunos pardillos comunes. Como en cierto modo voy de profe, les enseño a Luis y a Belén algunos cantos, entre otros, también el del buitrón.
Nos movemos a la laguna del Camino de Villafranca: aquí nos empieza a salir con relativa abundancia cigüeñuelas, avocetas, flamencos (miro a ver si hay enanos, pero no), alguna que otra avefría y sobre todo nos deleitamos con los fumareles común y cariblanco y con las pagazas piconegras. También bastante gaviota reidora. Una cogujada común nos recibe con su canto en vuelo sobre nuestra vertical. Más tarros blancos y azulones, más fochas, golondrinas y vencejos. Desde aquí volvemos a La Veguilla para situarnos en un alto desde el que se divisa toda la laguna con una perspectiva privilegiada: más o menos más de lo mismo. También un galgo con pelaje atigrado y aspecto famélico.
Abandonamos Alcázar para dirigirnos a los Charcones de Miguel Esteban. Ya es de mañana avanzada y ahora sí que pega el sol con ganas. Es buen momento para tomar algo de bebida fresca y paliar la sed. Aquí Luis se muestra como un estratega de logística sin parangón (¡qué general se ha perdido el ejército!); saca su nevera y saca bebidas de todos los tipos. Muchas gracias, Luis. Empezamos sentándonos en uno de los observatorios que circundan los charcones y nos deleitamos con una familia de fochas. Uno de los retoños no dejaba de reclamar alimento a su progenitor. También se nos cruza una hembra de malvasía y un carricero común y una curruca cabecinegra se posa en un taray próximo. De vez en cuando nos sale al paso alguna perdiz apeonando por las viñas aledañas. Estamos teniendo suerte porque la zona no está concurrida de gente. Decidimos aparcar el coche y caminar un rato por las charcas externas al recinto vallado, las cuales también nos ofrecen un buen repertorio aviar. Me llama la atención la cantidad de carricero tordal residente; de hecho conseguimos ver bastantes cuando éstos van volando por entre la masiega. Algún que otro carricero común y buscarla unicolor también se deja oir y ver. Más adelante nos salen dos bigotudos que se posan en los tallos de dos masiegas. Una de ellas es una hembra adulta a la que veo con nitidez. Aviso a Belén de ello, que también los ve, y cuando Luis es alertado de ello, los muy cabrones salen volando atravesando hacia la zona protegida de los charcones. Lo siento, Luis, al menos los viste en vuelo. Echamos un vistazo a las lagunas y más o menos más de lo visto con anterioridad: reidoras, fumareles, pagazas, anátidas, fochas, flamencos, más avefrías, cigüeñuelas, avocetas. El griterío aviar es a veces ensordecedor. Decidimos hacer un alto y comer.
La comida, ¡ooohhh la comida!. Aquí se nos revela Luis, ¡qué digo Luis, Don Luis!, como el perfecto gourmet. ¡Qué nivel, qué lujo de detalles!. Belén y yo estábamos, como diría otra manchega de pro, Doña Sara Montiel, ¡anonadados!. Luis saca del maletero una mesa de camping plegable que contiene 4 sillas de tela y todo un despliegue de menaje del hogar y cubertería que 'pa qué'. Pero aparte, saca una taper con ensaladilla rusa que su santa Pilar, ¡qué digo Pilar, Doña Pilar a partir de ahora! había preparado. Pero aparte, saca latas de cerveza, de refrescos varios, una botella de tinto de verano, latas de conservas de todos los tipos. A Belén y a mí se nos saltaban de emoción las lágrimas. En fin, que sinceramente yo no sé si disfruté más observando pájaros que comiendo; yo que tan sólo llevaba un mísero bocata de jamón y queso que había comprado en la cafetería de Alcázar. Luis, amigo, esto no se hace; nos has dejado a Belén y a mí a la altura del betún. La mesa la colocamos bajo unos pinos plantados a la entrada de los charcones. Durante el festín observamos varios estorninos negros imitando a toda clase de seres vivos, algunos gorriones comunes y una tórtola común posada en el suelo, preciosa y se dejó oir un mochuelo. Un momento muy agradable entre chanzas y risas. Pues bien, terminamos de comer y decidimos continuar con nuestras observaciones, a pesar de que nos costaba andar con ligereza con el estómago lleno y con el sol justiciero.
La comida, ¡ooohhh la comida!. Aquí se nos revela Luis, ¡qué digo Luis, Don Luis!, como el perfecto gourmet. ¡Qué nivel, qué lujo de detalles!. Belén y yo estábamos, como diría otra manchega de pro, Doña Sara Montiel, ¡anonadados!. Luis saca del maletero una mesa de camping plegable que contiene 4 sillas de tela y todo un despliegue de menaje del hogar y cubertería que 'pa qué'. Pero aparte, saca una taper con ensaladilla rusa que su santa Pilar, ¡qué digo Pilar, Doña Pilar a partir de ahora! había preparado. Pero aparte, saca latas de cerveza, de refrescos varios, una botella de tinto de verano, latas de conservas de todos los tipos. A Belén y a mí se nos saltaban de emoción las lágrimas. En fin, que sinceramente yo no sé si disfruté más observando pájaros que comiendo; yo que tan sólo llevaba un mísero bocata de jamón y queso que había comprado en la cafetería de Alcázar. Luis, amigo, esto no se hace; nos has dejado a Belén y a mí a la altura del betún. La mesa la colocamos bajo unos pinos plantados a la entrada de los charcones. Durante el festín observamos varios estorninos negros imitando a toda clase de seres vivos, algunos gorriones comunes y una tórtola común posada en el suelo, preciosa y se dejó oir un mochuelo. Un momento muy agradable entre chanzas y risas. Pues bien, terminamos de comer y decidimos continuar con nuestras observaciones, a pesar de que nos costaba andar con ligereza con el estómago lleno y con el sol justiciero.
En la segunda ronda de los charcones observamos, de forma novedosa 4 agujas colinegras, 4 chorlitejos chicos, una golondrina dáurica, una garcilla bueyera, un triguero cantando en lo alto de un cable y un zarcero común nos ameniza el paseo con su canto. Aparte, tarros blancos, avocetas, cigüeñuelas, etc. En ese momento me acuerdo de otras especies chulas que he llegado a ver allí pero que en esta ocasión no nos salen: polluela pintoja, rascón, garcilla cangrejera, canastera,...Nos llamó la atención una pareja de gaviotas patiamarillas adultas y una de ellas se estaba dando un homenaje con un pollo de focha.
Cambio de tercio: nos dirigimos a Pedro Muñoz. Nada más bajar del coche, junto al cementerio, nos recibe una tórtola turca, un verderón, un verdecillo y unos jilgueros con sus cantos. Nos situamos en un oteadero desde el que se abarca toda la laguna. Hay bastante agua, al igual que en las lagunas anteriores. Mucho bicherío. Como novedoso 2 archibebes comunes, 4 chorlitejos grandes y un cernícalo vulgar. Como los archibebes están algo lejos, nos acercamos hacia la torre mirador que nos queda a mano derecha pero está cerrado; lástima porque queríamos verlos con más detalle. Aquí también bastante acuática: anátidas, fochas, fumareles, reidoras, etc.
Por último decidimos dejar Pedro Muñoz y nos acercamos a la laguna de Manjavacas (Cuenca), pero estaba sospechosamente seca, más seca que el ojo de un tuerto. No obstante, en el recorrido perimetral que hicimos observamos diversas especies: una corneja, bastantes perdices rojas, un cernícalo que juraría era un primilla, una cogujada que se posó sobre una valla que juraría era montesina (íbamos en el coche en marcha) y sobre todo un sinfín de liebres corriendo por entre las cepas de los viñedos locales.
Una vez terminamos de circundar la laguna, carretera y manta, que diría el castizo. Luis pone en funcionamiento su Tom Tom, al cual le hace caso a veces (le llamamos tontón), y a eso de las siete y media de la tarde nos volvemos a la CAM. Llegamos bien, sin mucho tráfico ni retenciones.
Muchas gracias Luis y Belén por compartir tan fabuloso día. Belén le enviará fotos a Luis para colgarlas en el blog,
hasta la próxima aventura, amigos,
Carlos Sánchez
Ole, Ole y Ole, Carlos, una narración espléndida!
ResponderEliminarA la próxima ya sabéis..otro telecopio más en el maletero...