Hola a todos.
El pasado sábado, 25 de
abril, realizamos una actividad de observación de aves con la
asociación Club Deporte sin límite Cde.
de Cerceda. El objetivo era acercar el mundo de las aves a un
colectivo que se encuentra habitualmente en un contacto muy estrecho
con la Naturaleza, y fomentar el conocimiento, respeto y conservación
de las aves entre los más pequeños. Por parte de SEO Sierra de
Guadarrama estuvimos Antonio Caballero y Benjamín Berdiales; por
parte del club, un grupo de unas 35 personas de varias edades
perfectamente organizadas por Rafa, responsable de la asociación.
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Una actividad muy ligada a la Naturaleza |
Los
chavales salieron en bicicleta desde El Boalo, siguiendo una ruta por
pistas de tierra, hasta llegar al embalse de Santillana, en la zona
del cementerio, donde les estábamos esperando Antonio con su mujer
Eva, y yo, con mis chavales, David y Gabriel. La llegada se produjo
rondando las once de la mañana de un día que iba volviéndose más
gris y desapacible a cada momento. Un pequeño descanso, un
refrigerio para recuperar fuerzas, y comenzamos la actividad.
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Llegada a los alrededores del embalse |
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Los pequeños grandes deportistas |
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Descanso y refrigerio |
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Estupenda organización y gran ambiente |
Antonio
les dio una pequeña charla acerca de las aves y su entorno, de la
importancia de su conservación y de las especies que nos íbamos a
poder encontrar en la actividad del día. Especies que,
desafortunadamente, no iban a ser muchas: lo avanzado de la estación
y de la hora del día, y el altísimo nivel de agua que tenía el
embalse hacían que la variedad existente fuese realmente baja.
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Unas pequeñas indicaciones |
De
todas formas, con todo el optimismo del mundo, y sabiendo que muchos
de los asistentes nunca se habían percatado de las escasas especies
que había, plantamos los telescopios y comenzó la romería de
chavales que se asomaban a un mundo que, para muchos, era
completamente nuevo.
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¿Qué es aquello que está allí? |
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Gran interés en los chavales |
Lo
primero que les llamó la atención fueron las fochas comunes,
relativamente abundantes y muy visibles, así como los somormujos
lavancos, elegantísimos con sus plumajes nupciales, y con alguna
pareja haciendo su bonito baile de cortejo. Unos poquitos azulones,
alguna gallineta que poco se dejó ver, gaviotas lejanas y un par (no
sé si pareja) de gansos del Nilo completaban la avifauna acuática,
acompañada siempre por unas carpas que, en ocasiones, casi se
asemejaban más a rorcuales, tal era su tamaño y los saltos que
daban fuera del agua.
Como
la cosa a ras de agua no estaba muy animada, y previendo que los
chavales podrían empezar a acusar la monotonía, dirigimos nuestros
telescopios hacia arriba, para observar lo que se movía por el aire.
Lamentablemente, tampoco el cielo estaba muy animado, pero
conseguimos ver alguna golondrina común, jilgueros, pinzones,
verdecillos, gorriones... y por supuesto, las omnipresentes cigüeñas;
aunque lo más comentado de la jornada fueron, sin duda, una pareja
de milanos negros que ya les habían llamado la atención mientras
hacían su ruta en bicicleta, así como un grupo de buitres leonados,
que remontaban el vuelo hasta perderse en la distancia. Cuando nos
dimos cuenta de que lo más observado por el telescopio eran los
escaladores que se encaramaban al Yelmo, decidimos que era hora de
levantar el campamento y dirigirnos a nuestra segunda parada del día,
en la chopera que se encuentra cerca del embalse.
Cambiamos
completamente de paisaje, y nos encontramos en un bosque de ribera,
utilizado como merendero y zona de recreo, donde recientemente
colocamos una serie de cajas nido para páridos. La idea era mostrar
a los chavales otro tipo de aves, más forestales, y explicarles la
importancia y la utilidad de las cajas nido.
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Fin de la jornada en La Chopera |
Nada
más llegar, sorprendimos a un carbonero común realizando aportes de
material precisamente a una de las cajas, junto a la que estábamos
dando las explicaciones... o más bien nos sorprendió él a
nosotros, ya que se quedó inmóvil, en una rama cercana, sin
atreverse a llegar a la caja mientras estuviésemos nosotros allí.
Creo que con ese “accidente” a muchos les quedó claro el impacto
que nuestra simple presencia puede tener en las actividades de las
aves.
Realizamos
un recorrido por los alrededores, haciendo una pequeña visita a
algunas de las cajas que había, nos entretuvimos con los cantos de
algunas de las aves que nos acompañaban (carboneros, currucas,
agateadores, mosquiteros, ruiseñores bastardos...) y a eso de la una
y media dimos por finalizada la actividad, dando tiempo a los
ciclistas a que recorriesen el camino de vuelta.
En
resumen: un gran día, como casi todos en los que se aprovecha una
actividad de observación de aves para acercar este mundo a los
chavales. Y aunque no acompañaron ni el tiempo ni las condiciones de
agua en el embalse, el entusiasmo y la actitud positiva de los
chavales, y la gran disposición y el buen hacer de los mayores
hicieron que la actividad pudiese calificarse, primero, como muy
provechosa, y, desde luego, muy, muy gratificante.