El pasado sábado día 29, en colaboración con el Ayuntamiento de El Escorial, realizamos una actividad de observación de aves en el entorno del embalse de Los Arroyos. La idea era ver las acuáticas residentes y las que ya comienzan a llegar para pasar el invierno en nuestros embalses.
La primera decepción fue ver el bajísimo nivel que tenía el embalse de Valmayor: desde la presa de Los Arroyos se distinguía con dificultad la lámina de agua, que sobrepasaba por poco el puente de la carretera M505. Habría que buscar una alternativa a la observación en este embalse, por lo que decidimos centrarnos en el de Los Arroyos y, para completar, las dehesas que lo bordean, camino del Arroyo Ladrón.
Pero vamos con la salida. Por parte del grupo fuimos Raúl M. y yo (Benja), y durante la mañana se nos unió Ramón Lacruz, que estuvo un rato con nosotros, aportándonos su saber, hasta que otras obligaciones le reclamaron. Llegamos allí sobre las nueve de la mañana. Ambiente fresco y con poca gente, aunque eso cambiaría a lo largo del día. Antes de que comenzase a llegar la gente fuimos a echar un vistazo al embalse, para ver lo que nos íbamos a encontrar. En ese momento, la segunda decepción: estaba prácticamente desierto, sólo con pequeños grupos de azulones, alguna gaviota sombría (casi todas juveniles) y, eso sí, una buena cantidad de cormoranes grandes. Una manta de bruma cubría el agua, dejando un paisaje precioso que no os puedo mostrar aquí porque ¡se me olvidó que llevaba la cámara colgada al hombro! Os pido disculpas.
Entre nueve y cuarto y nueve y media comenzó a llegar la gente. En total, once personas (diez adultos y un niño), lo que auguraba una agradable jornada de observación.
Según salíamos del aparcamiento en dirección al embalse observamos la primera sorpresa: una garceta grande en vuelo, y, unos segundos más tarde, un pico picapinos, también en vuelo. Ya desde el muro del embalse, los consabidos azulones, las gaviotas sombrías y los cormoranes grandes, a los que se comenzaban a sumar gallinetas comunes y algún que otro zampullín chico.
Todos los participantes estuvieron muy participativos, atentos a cualquier novedad que se produjese, pero fue Ramón quien dio la voz de alarma: ¡un avetorillo! Vaya, esto no estaba previsto. Segunda sorpresa, y muy agradable, de la mañana. Se dejó ver unos segundos, tras los cuales, al sentirse observado, desapareció entre la vegetación. Volvimos nuestra vista hacia el embalse de Valmayor. Allí, un grupo de gorriones molineros volaban inquietos de una orilla a otra; al fondo, en una charca, un andarríos chico picoteaba en el barro, y aún se dejó ver brevemente algún colirrojo tizón, y algún petirrojo.
Pero en ese momento, nueva sorpresa. Llegó volando y se posó en un pequeño árbol en la orilla del embalse. Alguien (no recuerdo quién) dio el aviso: "¿Qué es aquello?" Todos volvimos la vista hacia allí y lo confirmamos: ¡Un gavilán! un precioso macho de gavilán nos observaba desde la distancia, dando tiempo a que todos pudiesen apreciarlo con los telescopios.
Con el buen sabor de boca de los avistamientos que llevábamos hasta el momento, decidimos remontar el embalse por su margen derecha, internándonos primero en el encinar, para hacer luego un par de paradas en dos claros que se abren a la orilla del embalse. Allí, ya con los carrizos más cerca, pudimos rebuscar mejor por las orillas. No se vio mucha más variedad: fundamenltalmente azulones y gallinetas, pero pudimos contemplar a placer una garza real en su posadero, y algún que otro martín pescador nos deleitó con sus casi constantes pasadas a ras de agua, de posadero en posadero.
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A orillas del embalse |
Como ya casi estábamos en la cola del embalse, y el día estaba bastante avanzado, decidimos volver sobre nuestros pasos y probar suerte en las orillas de Valmayor. Mientras volvíamos, nos íbamos fijando en los sonidos del bosque: mitos, petirrojos, pitos reales, ruiseñores bastardos, estorninos negros, escribanos montesinos, verdecillos, mirlos y alguno más que seguro que me olvido nos deleitaron con sus cantos, y algunos, incluso se dejaron ver brevemente, como el mirlo, el ruiseñor bastardo y el verdecillo.
Ya en el embalse de Valmayor, la decepción que preveíamos. El agua estaba lejísimos y, aparte de un par de azulonas que pastaban tranquilamente en el arroyo, no se veía nada en el agua. Nos entretuvieron, sin embargo, una pareja de cuervos que planearon un rato sobre nuestras cabezas, y un grupo de tres busardos ratoneros que hicieron sus evoluciones en el aire, intentando ignorar a las cornejas y las urracas que intentaban espantarlos.
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En el erial de Valmayor |
De vuelta al muro del embalse, la última sorpresa: un bando de 13 grullas que se dirigían ¡hacia el norte! emitiendo su gárrulo soniquete, y que servidor (vergüenza da confesarlo) confundió con gallinetas y otro bando de unos cincuenta cormoranes grandes, que se dirigían a Valmayor. Además, pudimos observar las diferencias entre las lavanderas blanca y cascadeña, antes de dar por finalizada la sesión con una cervecita y una agradable tertulia en la terraza cercana.
Finalmente, tuvimos la suerte de ver un total de 28 especies, que, para las perspectivas que había a primera hora de la mañana, no estuvo nada mal. Pero como siempre, lo mejor de todo, la compañía. Da gusto hacer cosas así. Gracias a todos por venir.