Aspecto general de la Veguilla
En lo meteorológico, la lluvia se quedó en el camino (estuvo jarreando todo el camino de ida, hasta poco antes de alcanzar el destino). Disfrutamos de una mañana casi despejada, con abundante sol y sin una gota de lluvia. La temperatura era ideal para estar junto a la laguna, y observar tranquilamente las aves que se dejaran ver.
Mucho cuchara y friso, y, abundante, pero en menor medida, el azulón y la cerceta común (esta última acantonada en una de las orillas fangosas que se veía al fondo). Bastantes flamencos de todas las edades; muchas fochas agrupadas en bandos, y entre las espadañas y masiegas, las pollas de agua pululaban con sus singulares sonidos.
Cuchara europeo (Anas clypeata)
El ruiseñor bastardo acompañó toda la jornada con sus explosivos cantos (aunque menos contundentes que en los sotos), al igual que el petirrojo, y algún que otro bando de gorriones se dejó ver por las matas de alrededor. Un mosquitero común salió a la vista, y varios se dejaron oír en La Veguilla, y las lavanderas blancas no dejaron de surcar el aire con sus silbidos. Las tarabillas comunes, poco vergonzosas ellas, aparecieron en lo alto de los postes del vallado y de los tarayes, y los bisbitas comunes (y alguno ribereño-alpino) a todas horas dando el salto desde la mata al cielo piando, para entrar estrepitosamente de nuevo al suelo. Otras aves que nos compañaron fueron las urracas, las palomas torcaces y bravías (algunas “salvajes” y otras frutos de los diversos cruces efectuados con esta especie), grajillas, estorninos (algunos negros y algunos pintos), cornejas negras, jilgueros y otros pequeños paseriformes. A destacar una curruca rabilarga ratoneando por el saladar, y algún zorzal, que vio Luis.
Volviendo a las acuáticas, fijándonos bien por entre la muchedumbre de cucharas y frisos, encontramos algunos silbones (machos y membras), y – para mí muy gratificantes, por ser los primeros que veo – unos cuantos ánades rabudos (machos y hembras en diferentes estados de muda). Por entre los patos, zampullines chicos, cigüeñuelas, alguna que otra avoceta, y unos pocos correlimos comunes y de otras especies que no pudimos identificar con claridad en aquel sitio (estaban lejos y o paraban quietos). Al fondo, junto a las cercetas comunes, un grupillo de ansares comunes, y más cerca, uno muy majete de tarros blancos.
Las avefrías se agruparon en el lodazal de las cercetas, y junto a ellas se atisbaban otra limícolas, pero, otra vez, demasiado lejanas para ser identificadas con precisión. Las gaviotas no dejaron de pasar de un lado a otro por el aire, y algunas entraron a la lámina de agua (sombrías y reidoras), y las cigüeñas, que se encontraban agrupadas en algunos regatos de los alrededores, comenzaron a volar.
Hembra de Aguilucho lagunero (Circus aeruginosus)
Impresionante la cantidad de aguiluchos laguneros que había circundando la laguna en sus vuelos aparentemente erráticos y bamboleantes, pero tremendamente precisos (haciendose “los suecos” pero sabiendo muy bien de que va todo y por dónde iban los tiros). De cuando en cuando, al salir repentinamente por detrás del masegar, alborotaban a las otras aves del lugar. Sólo los flamencos y los ansares permanecían impasibles a la rapaz.
Luis observó uno de los espectáculos más pintorescos que nos brindó el día: un lagunero “despistado” de pronto se tiró al agua y se posó en toda la laguna; comenzó a picotear lo que tuviera entre las garras (seguramente un pez), y se estuvo así un buen rato. La pena es que se le escapara la presa, y no pudiéramos ver cómo salía el ave con el trofeo entre las uñas.
Un par de garzas reales o tres salieron al vuelo entrada la mañana, y nos deleitaron con vuelos bajos por la laguna. Anteriormente, de camino, vimos también una garceta común.
La nota desagradable del dia fueron tres cigüeñas blancas muertas en la lamina de agua, dejamos aviso a los de Medio Ambiente de esta situación.
Cigueña blanca (Ciconia ciconia) muerta
Echamos de menos a las anátidas buceadoras, que se quedaron todas en el tintero. Nos quedamos con las ganas de ver a los porrones (moñudo, común, pardo) y patos colorados. Posiblemente, si hubiéramos prospectado más La Veguilla, los hubiéramos sacado, pero teníamos pendiente Manjavacas, así que decidimos marchar.
Con buen sabor de boca, sin duda, cogimos el coche y nos dirigimos hacia Cuenca, para visitar la Laguna de Manjavacas. De camino, vimos algunos cernícalos vulgares y un ratonero posado en el tejado de una casa junto a la carretera, que nos miró con asombro mientras nosotros la observamos con interés. Salimos de la carretera para acceder a las inmediaciones de la laguna. Nos paramos a ver un bando de estorninos (algunos pintos y otros negros).
En la laguna, mucho cuchara y gaviota reidora (alguna sombría), y muchas cornejas negras. El tiempo comenzó a cambiar entonces. El viento comenzó a soplar con fuerza, y el cielo comenzó a cubrirse con nubes. En este punto tuvimos un pequeño y doloroso percance. Mientra enfocaba el telescopio, Luis fue víctima del aguijonazo de una avispa. Se le hinchó bastante la mano, así que decidimos ir al pueblo a que le pusieran una inyección para la hichazón. De vuelta, nos movimos de sitio y nos fuimos a un lugar donde había una concentrción de cercetas comunes comiendo en un lodazal. Junto a ellas, algunos ansares comunes y flamencos.
Aquí comenzó el carrusel de limícolas. Con seguridad vimos combatientes, avefrías, abocetas, cigüeñuelas, correlimos común, correlimos menudo, muy probablemente correlimos de temminck (con el cuello y la parte superior de la zona pectoral gris, y prácticamente sin ceja), posiblemente algún chorlitejo patinegro. Lástima que tuviéramos el sol de cara, y con nubes. Las condiciones de visibilidad no eran las mejores para la determinación clara de las especies limícolas (las patas me parecieron oscuras para todas las especies, incluido el combatiente). Una curiosidad que pude ver fue lo que me pareció un correlimos zarapitín. Tenía el tamaño de un correlimos común, pero con el pico ostensiblemente curvado con concavidad hacia el suelo; obispillo blanco y ceja blanca muy prominente. Los correlimos chiquitines tenian dos patrones más o menos generales. Uno de ellos con la zona del cuello y pectoral sucio y con líneas de mancha poco definidos, y otro con mancha gris llena en esa zona, con marcada línea divisoria, que daba lugar a una entrada del claro ventral , tendiendo a rodear el cuello por el borde anterior del ala plegada. Nos parecieron correlimos menudos (los primeros) y correlimos de Temminck los segundos.
En vuelo (que tuve ocasión de verlos), algunos tenían la cola blanca con una franja oscura que la recorría de manera longitudinal en la zona central (típico de Temminck). Luis vio una posible archibebe, aunque no se pudo identificar con mayor detalle, porque enseguida se marchó lejos, donde el agua hacía las veces de espejo. Al que vimos de lujo fue a la agachadiza común, que entró, fruto del vuento, un tanto despendolada a nuestras espaldas, y se quedó posada a menos de 5 metros, junto a nosotros, antes de adentrarse con el bando mixto hacia el espejo acuático.
Agachadiza común (Gallinago gallinago)
Al fondo, en un campo de cultivo en barbecho, al paso de los aguiluchos laguneros, se levantaba siempre un grupo de limícolas algo menores que las avefrías, y siempre terminaban posándose en los terrones y surcos del labrantío. No conseguimos “entelescoparlos” en condiciones, y con los prismáticos... ya os podéis imaginar (estaban donde el otro se dejo el mechero, o más allá). Bien podían ser chorlitos (de alguna de las especies), pero... en el tintero se quedaron, como muchas de las limícolas de Manjavacas.
Sin duda, echamos mucho de menos a los grandes entendidos en el complicado y, a veces, confuso grupo de las limícolas, pero aún así, tuvimos mucha satisfacción con lo que la Naturaleza nos dejó ver.
Otro espectáculo aguardaba para el final. Por lo que pudimos observar, hay un dormidero grandecito de aguiluchos laguneros en Manjavacas. En cuanto el sol comenzó a decaer, aquello se llenó de laguneros, que entraban al masegar (y/o espadañar) a pasar la noche. LA primera concentración fue de 34 laguneros y un aguilucho pálido con muy mala gaita, por cierto, que se lió a la gresca con los laguneros. Yo calculo que más de cincuenta ejemplares deben dormir en esa zona, porque desde el momento en que recontamos el primer grupo que entró, no dejaron de acercarse más y más rapaces al sitio.
Macho de Aguilucho lagunero (Circus aeruginosus)
Las grullas se asomaron a ultimísima hora, y en poca cantidad no muchos más de 200 individuos (un bando de 64, otro de cincuenta y tantos, y algunos de 20 – 30 ejemplares). I mientras unos entraban con su trompeteo, otros se marchaban con la risa a otra parte, concretamente, a los sembrados de alrededor. Vimos los primeros bandos de azulones salir de la laguna para dirigirse hacia sus comederos nocturnos. Para cerrar, posados cerquita, en el alambre de la valla del recinto de la laguna, dos escribanos palustres se asomaron.
Grullas (Grus grus) al atardecer llegando al dormidero.
Concluimos la jornada a eso de las seis de la tarde, y a las 7:30 pm, llegamos a Madrid, y en palabras de Luis, nos lo encontramos como lo dejamos: jarreando agua de lo lindo. A mí personalmente me están enganchando estas lagunas, y volveremos a ellas. Practicaremos también por nuestros humedales serranos para coger soltura con las acuáticas.
Nathan.
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