Buenas a todos:
El sábado 15/05/2010, después de la salida de la mañana, me entró el gusanillo de escuchar y ver las aves nocturnas del Pardo. Con ese fin me planté a las 9:45 pm en el soto del Manzanares.
La algarabía de las aves soteñas segía a esas horas. Ruiseñores, mirlos, estorninos, oropéndolas, carriceros, currucas, herrerillos y carboneros ponían la voz en las orillas del río. Las ranas y los sapos también se dejaban escuchar. A lo lejos se escuchaba al cuco, y entre las encinas y fresnos del talud del meandro, el relinchar de un pito real. Al acercarme al río pude ver volar al martinete y a un cernícalo, que picoteaba una presa que tenía entre sus garras.
Muy pronto se dejaron oir como unos golpecitos similares a los que daría una viga seca de madera al oscilar entre sus apoyos: el chotacabras pardo. Había bastantes por la zona, y se encontraban en continua comunicación. También comenzaron los autillos con su ulular aflautado a poner su nota característica a la orquesta; y tan pronto comenzó el primero, le siguieron los demás. Los mochuelos también entraron en escena, con su característico tuiii y con maullidos y gritos los individuos que entraban en alguna escaramuza.
El sábado 15/05/2010, después de la salida de la mañana, me entró el gusanillo de escuchar y ver las aves nocturnas del Pardo. Con ese fin me planté a las 9:45 pm en el soto del Manzanares.
La algarabía de las aves soteñas segía a esas horas. Ruiseñores, mirlos, estorninos, oropéndolas, carriceros, currucas, herrerillos y carboneros ponían la voz en las orillas del río. Las ranas y los sapos también se dejaban escuchar. A lo lejos se escuchaba al cuco, y entre las encinas y fresnos del talud del meandro, el relinchar de un pito real. Al acercarme al río pude ver volar al martinete y a un cernícalo, que picoteaba una presa que tenía entre sus garras.
Muy pronto se dejaron oir como unos golpecitos similares a los que daría una viga seca de madera al oscilar entre sus apoyos: el chotacabras pardo. Había bastantes por la zona, y se encontraban en continua comunicación. También comenzaron los autillos con su ulular aflautado a poner su nota característica a la orquesta; y tan pronto comenzó el primero, le siguieron los demás. Los mochuelos también entraron en escena, con su característico tuiii y con maullidos y gritos los individuos que entraban en alguna escaramuza.
Siguiendo por el camino de tierra me fijé en unas sombras que aparecían y desaparecían enfrente de mí. Saqué los prismáticos, y pronto aparecieron dos chotacabras pardos (los distinguí del chotacabras gris por el canto; no había luz suficiente para diferenciar colores fuera de blanco y negro). Por el río se veía al martinete en su ir y venir, y, a medida que pasaba el tiempo, se dejaban de escuchar las voces de las aves de hábitos más diurnos. A la vuelta del soto observé un mochuelo que salía del pino donde ululaba, y con este avistamiento descubrí lo útil que es pararse de vez en cuando, agacharse y mirar desde esta posición al horizonte. En zonas abiertas cualquier movimiento de aves en el aire se ve más claramente así que incorporado de pie. Como seguía con ganas de bichear, cogí el camino que sube del pueblo junto a la valla de la finca del Pardo. A medida que me alejaba del soto las voces se dispersaban y los mochuelos tomaban mayor protagonismo. Casi todo el sonido y la algarabía venía del encinar al otro lado de la valla; en el pinar sólo escuché con claridad un autillo y un mochuelo. Tambié, de cuando en cuando se escuchaba un sonido que resultaba similar al que hacen los chotacabras grises. Por curiosidad me acerqué a un chaparro que había dentro del pinar, de donde salía la voz de un individuo, y creo que no se trataba del ave en cuestión, sino de algún insecto similar a la cigarra (o una cigarra, que también emite su sonido por la noche).
Proseguí mi caminata y entré de lleno en el tramo rompepiernas que une la vaguada de la perrera con la puerta de acceso a la finca, por el que se cierra el paso de la carreterilla que sale del restaurante El Faro y va a parar el El Goloso. En una cuesta arriba... estampida!!! de pronto se formó un barullo de pezuñas chocando contra el suelo mezclado con una gritería estridente y gruñidos de todo tipo... Había topado con una familia de jabalíes, y éstos salieron escopetados dentro de la espesura del pinar. Alguno había oído antes, pero siempre al otro lado de la verja. Un rato después alcancé la cima de la loma donde se encuentra el acceso a la finca, y proseguí bajando por el camino asfaltado. A mi alrededor se escuchaban los chotacabras pardos y los mochuelos; también se oía de vez en cuando al autillo. En una parada de inspección, de nuevo agachado y mirando al horizonte, vi un chotacabras (lo más seguro es que fuera pardo) en su vuelo aparentemente indeciso y rasante; y poco después, muy brevemente, un ave que parecía algo más grande y rechoncha, con vuelo batido más o menos profundo, que no pude distinguir especie. No creo que fuera ni un autillo ni un mochuelo (parecía muy grande para ser uno, y el vuelo no era el típico). Los jabalíes seguían por la zona, y esta vez pude ver un par de ellos "claramente"; ellos también notaron mi presencia y cogieron las de villadiego por el fondo de una vaguadilla en el retamar. Por el sonido de las pezuñas me di cuenta que había bastantes más marranos que la pareja que vi.
Me acercaba al final de la jornada y echaba de menos al cárabo, que no había escuchado ni visto. Escuché con cierto asombro a un mirlo, cantando pasadas las doce de la noche. Raro a mi parecer este comportamiento, lo achaqué a que en el mundo de las aves también tiene que haber de todo, como en la viña del Señor. Finalizado el itinerario, ya en la parada del autobús, seguí con el "sonar" activado, y escuché al extrañado (como dirían los argentinos); un cárabo a lo lejos ululaba (creo que la voz procedía del pinar de detrás del pueblo). Más cercanos se encontraban los otros dos que escuché; estaban en el parque del pueblo, justo enfrente de mí. Antes de marchar, uno de ellos se dejó ver posado en la horquilla de un olmo iluminado por una farola y revoloteando por entre los árboles. De vuelta para casa me traje sueño y ganas de repetir, aparte de los recuerdos que deja la Naturaleza grabados en la memoria. Saludos.
Nathan.
P.D.: Las fotos no son del Pardo.
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