El pasado día 23 de noviembre, un nutrido grupo de integrantes del Grupo Local, acompañados de un más nutrido aún grupo de simpatizantes y amigos nos reunimos al pie de la presa del embalse de Los Peñascales, dispuestos a realizar una ruta, promovida por el Ayuntamiento de Torrelodones, por los alrededores del citado embalse y remontando el arroyo Trofas, que lo alimenta.
El día amaneció bastante desagradable: frío, brumoso y lloviznando, circunstancias que no son muy favorables para la observación de aves, primero, porque éstas reducen su actividad, y segundo, porque las condiciones de luz y visibilidad hacen que sea más complicado distinguirlas. Aun así, ya en el punto de encuentro, y antes de empezar la ruta, pudimos disfrutar de los cantos de los petirrojos, omnipresentes, de las evoluciones de un bandito de mitos, y la primera sorpresa de la mañana, un picogordo, que revoloteó un momento, se posó en un chopo y, al cabo de un momento, nos abandonó.
Comenzamos el camino remontando hasta lo alto del muro de la presa. La llovizna fue aumentando de intensidad, y, para cuando teníamos a la vista la lámina de agua, ya era lluvia en condiciones. Dudamos un momento, pero finalmente decidimos continuar, dejando abierta la posibilidad de regresar si veíamos que iba a peor. Afortunadamente, no fue así, y al poco tiempo cesó la lluvia, dejándonos sólo la bruma que se posaba sobre las aguas del embalse.
No tardaron en aparecer los primeros habitantes del lugar: los martines pescadores pasaban disparados a nuestro lado cambiando de posaderos a nuestro paso, mientras comenzábamos a ver algunos azulones. Sin embargo, otra de las estrellas de la jornada estaba aún por aparecer: en los juncos de la orilla opuesta comenzamos a ver a los avetorillos, algunos, casi inmóviles, eran poco menos que invisibles, pero algún otro nos regaló una fantástica estampa, moviéndose lentamente por entre las cañas, buscando un buen lugar para su caza matutina. Pocas veces lo habíamos visto tan a las claras, lo que hizo las delicias de todos los asistentes.
Llegando a la parte más alta del embalse entramos en el territorio de los azulones, que comían tranquilamente, compartiendo las aguas con las ruidosas gallinetas. De nuevo, un visitante un tanto inesperado hipnotizó a grandes y pequeños: un martín pescador, confiado como pocos, posado en su percha, a la vista de todos, que hizo que disfrutáramos de lo lindo de tan hermosa ave.
Comenzamos a remontar el arroyo Trofas. El bosque se cerraba sobre nosotros, reduciendo mucho la visión del valle. Comenzamos a guiarnos por nuestro oído (y por alguna aplicación del móvil) para identificar a los petirrojos, trepadores azules, mitos, mosquiteros comunes, ruiseñores bastardos... De vez en cuando aparecían entre la bruma, dejándonos ver sus movimientos por entre las ramas de los árboles.
Más adelante el camino se encarama a la ladera dejando atrás los árboles, abriendo la visión y ganando una bonita perspectiva sobre el valle. Entramos en el terreno de los rabilargos, donde también pudimos observar a un buen número de estorninos, palomas torcaces y tórtolas turcas.
Pero antes de llegar al punto más alto de la ruta, todavía nos quedaba una última e inesperada sorpresa. Observando entre las ramas un grupo de carboneros comunes y garrapinos, se nos presentó sin avisar un bonito pico menor. Al poco, y en el mismo árbol, su primo, el picapinos.
Emprendimos entonces el regreso, deshaciendo el camino junto al arroyo, y recorriendo la orilla opuesta del embalse, intentando ver a los avetorillos desde otra perspectiva, pero ya no volvieron a aparecer.
Llegamos a los pies del muro de la presa buscando algún limícola, y, ¡oh, sorpresa! lo que nos encontramos fue un hurón correteando por la orilla del arroyo. En cuanto nos vio escapó trepando por la presa y desapareciendo al otro lado. Bonito colofón a la ruta.
En resumen, un buen día de observación de aves, a pesar del tiempo, por una zona por la que no acostumbrábamos a movernos, y en la que, sin duda, repetiremos salida, porque nos da la impresión de que aún no ha dicho su última palabra.
Muchas gracias al Ayuntamiento de Torrelodones por su apoyo, a todos los miembros del grupo que nos acompañaron y me ayudaron mucho en la gestión de un grupo tan grande, y a todos los asistentes por su interés y el buen ambiente que propiciaron. Gracias, además, a Ana, Carmen, Coralie, Gonzalo y Sonsoles por sus fantásticas fotos.
Os esperamos a todos en la siguiente salida.
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