Coordinador Gonzalo Núñez-Lagos Laborda. email: seo-sierradeguadarrama@seo.org Secretario Benjamín Berdiales Fraga.

martes, 17 de julio de 2018

Crónica de la ruta por Robledondo


Hola a todos.

El pasado sábado, 14 de julio, organizamos una pequeña ruta por los alrededores de la pedanía de Robledondo, para intentar avistar alguna de las rapaces que pueblan nuestra sierra y asistir a los últimos coletazos de la época reproductora de las aves de media montaña.

El día prometía calor, despues de una semana sofocante en todo el centro peninsular, y aun así, la convocatoria fue un éxito, con 22 personas apuntadas (de las que finalmente se descolgó uno) y cuatro miembros del grupo.

Partimos de Robledondo, en dirección al cementerio, a eso de las nueve y media de la mañana, con un día en el que, a pesar de que ya se veía que el sol iba a pegar de plano, la brisa hacía más que soportable. Nuestra idea era continuar la pista que sale de allí, para continuar en dirección al camino del Pinar y volver por el cauce del Arroyo de Robledondo; sin embargo, gracias a las indicaciones de Lorena, natural del pueblo, decidimos bajar hasta el Arroyo del Hornillo, donde habría más posibilidades de ver aves.

Observando las primeras aves

Como viene siendo habitual, ya en el pueblo comenzamos ver a los primeros compañeros de viaje: los habituales gorriones y urracas, y una buena cantidad de golondrinas, vencejos y aviones que, con sus vuelos acrobáticos, daban buena cuenta de los primeros insectos matutinos. Abajo, en el soto, se oían las oropéndolas, y desde sus posaderos en los arbustos cercanos, los alcaudones reales oteaban su territorio en busca del desayuno, mientras las tarabillas comunes y algún verdecillo buscaban también su pitanza.

No acabábamos de salir del pueblo cuando las primeras rapaces hicieron su aparición: algunos buitres leonados nos sobrevolaron a baja altura, y una águila calzada nos deleitó con sus evoluciones en el aire, para acabar posándose en una roca cercana, donde dio buena cuenta de la caza de la mañana. Sobrevolando el valle, un impresionante bando de unas ochenta chovas piquirrojas llenó el cielo con sus graznidos, mientras en un enebro cercano vimos la primera curruca del día: una carrasqueña. En teoría debían ser uno de los objetivos del día, pero la verdad es que se dejaron ver bien pocas.

Aunque parezca mentira, es una águila calzada

Lo que sí pudimos ver fue una gran cantidad de saltamontes, cigarrones, chicharras... el nombre se me escapa, de gran tamaño, que durante estas épocas dan de comer a gran variedad de aves en estos montes, como alguno de los milanos reales que se dejaron ver. No faltó tampoco a la cita un diminuto ejemplar de sapo corredor que hizo las delicias de casi todos.

Tras coronar la loma a la altura del depósito de agua, continuamos la senda que bajaba hacia el Arroyo del Hornillo. El día ya estaba avanzado, y el sol pegaba de lo lindo, lo que no favorecía la observación de pequeñas aves. En los arbustos se dejaron ver las siempre descaradas tarabillas comunes, algún otro alcaudón real, y algún bonito ejemplar de escribano montesino.

Vistas del embalse de La Aceña
Bajando hacia el arroyo

Llegamos hasta el arroyo, donde hicimos un alto para reponer fuerzas ante la atenta mirada de un rebaño de vacas, que pacían despreocupadamente. Allí se nos planteó una gran duda: era ya tarde y teníamos que elegir entre volver sobre nuestros pasos, deshaciendo el camino, o continuar, remontando el arroyo, hasta llegar al camino del pinar, para completar desde allí la ruta. Mientras estábamos decidiendo, llegó la gran sorpresa del día: una pareja de águilas reales adultas nos sobrevoló, dejándose ver en todo su esplendor. Sólo por este avistamiento ya había merecido la pena la ruta. ¡Qué maravilla de animal!

Otro tipo de fauna

Un pequeño descanso

Finalmente, decidimos hacer dos grupos. Aquellos con algo más de prisa volveríamos por el camino original, y el resto continuarían por el camino previsto. La vuelta nos proporcionó algún que otro avistamiento interesante: cerca de unas rocas pudimos ver una pareja de cernícalos ¿primillas? en sus tareas de caza, mientras que alta, en el cielo, una culebrera europea remontaba hasta perderse de vista. El día todavía nos deparó el avistamiento de una curruca rabilarga, y una cogujada montesina. y, ya en el pueblo, un pollo de colirrojo tizón siendo cebado por su diligentes padres.

Pollo de colirrojo tizón
El segundo grupo, al atravesar por un pequeño bosquete de pinos, consiguieron ver, además, especies más típicamente forestales, como agateador común, trepador azul, herrerillo capuchino, y los carboneros común y garrapinos. Más arriba, en el páramo, se vieron el acentor común, la collalba gris, la totovía y el cuervo.

No dio tiempo para más. Una estupenda mañana de verano, en muy buena compañía, en la que, quizás, no conseguimos ver todo lo que pretendíamos, debido a lo adelantada de la estación, pero en la que pudimos hacernos una idea bastante aproximada de la fauna que puebla las lomas de nuestra sierra.

Volvemos en otoño, cuando los calores nos den un respiro.


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