Coordinador Gonzalo Núñez-Lagos Laborda. email: seo-sierradeguadarrama@seo.org Secretario Benjamín Berdiales Fraga.

domingo, 1 de junio de 2025

Crónica ruta Embalse de Los Peñascales

El pasado día 18 de mayo, en colaboración con el Ayuntamiento de Torrelodones, realizamos una ruta ornitológica por los alrededores del embalse de Los Peñascales y las orillas del arroyo Trofas. Nos reunimos en el aparcamiento cercano a la estación de tratamiento de aguas un total de cuatro miembros del Grupo Local y veinte inscritos en la actividad.

Esta ruta es la misma que realizamos el pasado 23 de noviembre, casi llegado el invierno, por lo que  esperábamos poder apreciar las diferencias en el ambiente, las especies y los comportamientos derivados del cambio de estación.

La primera diferencia la disfrutamos ya en las condiciones meteorológicas: si en noviembre el día amaneció frío, neblinoso y lloviznante, ahora teníamos una fantástica mañana soleada, lo que presagiaba una agradable jornada de observación de aves. Además, si en noviembre nos recibieron algunos petirrojos, esta vez comenzamos la actividad bajo los cantos de los incansables ruiseñores, bien ocultos entre la hojarasca.

Como en primavera, y sobre todo en un soto fluvial, la abundancia de hojas hace muy difícil la observación de aves, nos marcamos como uno de los objetivos el identificar cuantas especies pudiésemos por los cantos. Contábamos con la ayuda de varios oídos expertos, y nos apoyamos también en aplicaciones móviles de identificación de cantos, para demostrar que, usadas con criterio, estas aplicaciones pueden ser una ayuda para el oído inexperto.

Así, fuimos identificando entre la arboleda currucas capirotadas, agateadores europeos o verdecillos, entre otros, mientras el embalse se nos aparecía sorprendentemente vacío, sin rastro de la vida que vimos en noviembre sobre sus aguas, más allá de una cada vez más abundante población de aviones comunes, que buscaban insectos a toda velocidad.

Verderón común. Cortesía de Carmen.

Según llegábamos a la cola del embalse pudimos contemplar a un grupo de golondrinas comunes, posadas en el suelo, recogiendo barro para construir sus nidos. En la misma zona se encontraba un pequeño bando de azulones, y, espantados por nuestra presencia, la primera sorpresa del día: salieron volando un par de tarros blancos. En las orillas, y perfectamente camuflados, docenas de galápagos de distintos tamaños y especies.

Galápagos. Cortesía de Ana

Remontando el arroyo seguimos acompañados de los cantos de distintas especies forestales, mientras la parte abierta del valle nos dejaba ver en vuelo a los rabilargos, estorninos o tórtolas turcas. Por los cantos, además, íbamos adivinando la presencia de aves en principio invisibles, pero que conseguíamos encontrar con un poco de paciencia. Vimos así una lavandera cascadeña en lo alto de un árbol, y un reyezuelo sencillo, inquieto e hiperactivo, como siempre.

Lavandera cascadeña. Cortesía de Ana.

El día avanzaba, y comenzaba a apretar el calor. Eran las condiciones perfectas para que comenzasen a levantar el vuelo las rapaces, por lo que permanecimos alerta. Y, efectivamente, no tardaron en aparecer. La primera fue un águila calzada, morfo claro, que se dejó ver con claridad durante un buen rato. pero también nos acompañaron otra calzada de morfo oscuro, las dos especies de milanos, varios buitres leonados, un ratonero y, de forma muy fugaz, volando entre la foresta, un huidizo gavilán.

Águila calzada, morfo oscuro. Cortesía de Ana

Ya en el camino de vuelta, conseguimos ver un bonito ejemplar de pico picapinos, y la gran sorpresa fue poder observar a placer, durante un buen rato, un ruiseñor, cantando a pleno pulmón desde la copa de un árbol. Este pajarito, que canta durante horas sin descanso, se camufla muy bien entre el ramaje de árboles y arbustos, por lo que es muy difícil de observar. Tuvimos mucha suerte.

Buscando aves entre los árboles. Cortesía de Xiomara

Al llegar de nuevo al embalse decidimos rodearlo por su margen derecha. Eso nos dejaba mejor posición para observar los cañizos en busca del siempre esquivo avetorillo. Pero antes de llegar a la orilla, comenzamos a escuchar el aflautado canto de ese fantasma de los sotos que es la oropéndola europea.

Buscando la oropéndola. Cortesía de Rosa.
Al igual que pasa con el ruiseñor, su canto se oye desde largas distancias, pero se camufla tan perfectamente entre el ramaje que es muy complicado observarla. Parecería que sus colores (negro y amarillo) deberían hacerla muy fácil de localizar, pero es precisamente esa combinación de colores la que la hace casi invisible en el bosque. Finalmente, con un poco de constancia, conseguimos verla a placer, cantando a pleno pulmón desde una rama.


Tras este éxito, nos decidimos a atacar a lo que debería ser el plato fuerte del día. Nos establecimos en un pequeño claro en la orilla usado por los pescadores, y apuntamos los telescopios y prismáticos hacia las cañas de la otra orilla, fijándonos en cada movimiento que pudiese delatar al primo pequeño de las garzas.
Buscando al avetorillo. Cortesía de Xiomara.
Finalmente, alguien dio el aviso. Había visto algo moverse, muy lentamente, por la orilla. Dirigimos todos nuestros ojos hacia donde nos estaban indicando y... ¡bingo! allí estaba. Afortunadamente no se sentía muy amenazado, por lo que iba moviéndose muy lentamente por la zona, pero sin emprender el vuelo. Esto hizo que pudiésemos enfocarlo con los telescopios y que todo el mundo tuviese la oportunidad de verlo a placer. ¡Qué belleza de animal!
Avetorillo común. Cortesía de Javier.
Estuvimos un buen rato disfrutando de él. Cuando todo el mundo quedó satisfecho, emprendimos, ya a paso ligero, el camino de vuelta hacia el punto de llegada, porque el calor ya apretaba y nos encontrábamos en una zona con muy escasas sombras. Pero, antes de finalizar, el día todavía nos deparaba un par de sorpresas. Antes de llegar al muro de la presa, nos salió al paso un papamoscas gris, y, ya en la parte baja del muro, pudimos ver correteando un andarríos chico, con el que dimos por finalizada una jornada que, con un total de 33 especies, algunas nada fáciles de encontrar, dejó un muy agradable sabor de boca entre los asistentes.

Muchas gracias a todos los inscritos por vuestra asistencia e interés, a Ana, Beatriz y Javi por vuestra ayuda, y a Ana, Carmen, Javier, Rosa y Xiomara por vuestras fotos. Espero que nos veamos en la próxima.